19 de mayo de 2010

Cosas que pasan - Capítulo 2: La avería

Era un día normal como otro cualquiera en el que yo tenía que ir a hacer no sé qué cosa a Vilagarcía, por la mañana. Así que me fui en coche y todo bien.

A medida que me iba introduciendo en la villa notaba algo extraño en el embrague y las marchas no entraban del todo bien, pero no le di importancia. Así que seguí con mis recaditos todo contento.

Fue a la hora de volver a casa cando todo se complicó. (chachachachaaan).

Entré en la rotonda que está después de Vilaxoán, la que va hacia Cambados si sigues de frente y para Barrantes si vas por la segunda salida. Al entrar no pude reducir la marcha porque no entraba ninguna, asíque fui por la rotonda en punto muerto con la esperaza de que al entrar en la vía rápida pudiese meter alguna marcha.

Cuán equivocado estaba.

Intenté meter alguna marcha mietras veía que el coche reducía considerablemente (ya que la entrada a esa carretera es cuesta arriba). Visto que mis intentos eran inútiles, decidí apartarme al arcén.

Una vez allí, y pensando en lo ocurrido, estuve intentando buscar alguna forma para volver a casa. Comprobé que con el coche apagado las marchas entraban, pero encedido no, así que metí segunda e intenté encender el coche. Así no encendía.

Saqué el teléfono móvil del bolsillo para hacer una llamada, pero comprobé que la batería estaba a punto de agotarse. Solo daría par una llamada rápida. Llamar a una grúa implicaría demasiado tiempo, y mi madre estaba trabajando, así que decidí llamar a mi hermana para que llegase lo antes posible y poder solucionar esto cuanto antes.

A todo esto, era la 1 y algo del medio día cuando llamé a mi hermana y llegó a las 2 y mucho...

Mientras esperaba, lo que yo pesaba que serían unos minutos, los coches iban pasando y mirándome extrañados, y yo allí, en mitad de una carretera, bajo el sol, y con hambre...

Llegó mi hermana (por fín) y le expliqué todo, pero su situción telefónica era similar a la mía... Así que esperamos a que fuesen las 2 y media para llamar a mi madre. Y así lo hicimos. Mietras tanto apareció Ezequiel, que salía de trabajar y le explicamos lo ocurrido, abrió el capó, y miró lo que podía haber pasado. Se rompió el cable del embrague.

Ya había dos coches en el arcén.

Llegó mi madre. Llamamos a la grúa (menos mal que ella tenía batería).

Ahora eran tres coches aparcados. La gente miraba más extrañada aun.

Se fue Ezequiel, y al rato mi hermana también. Nos quedamos mi madre y yo esperando a la grúa...

Llegó la grúa, se llevó el coche al taller, y llegamos a casa a las 4 y mucho, por no decir 5...

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