21 de junio de 2010

Cosas que pasan - Capítulo 11: Cómo una ola



Me encontraba yo en una playa... creo que era la playa de Montalvo, en Sanxenxo, una playa con mucho oleaje. Hacía sol, el agua tenía la temperatura perfecta... Que inconsciente estaba yo de lo que iba suceder poco después...

En aquella época yo tenía unos 17 años. Me había comprado una de esas tablas de porespán cubiertas con una tela, y con una cinta que te atabas al brazo para no perderla. Era algo que estaba muy de moda por aquel entonces. Llegamos a Montalvo y vi que el mar estaba perfecto; olas del tamaño suficiente para usar mi tabla.

Alejándome de quienes me acompañaban, decidí meterme en el agua. Me metí hasta la cintura, agarré la tabla esperando a que llegase la ola, para colocarla la tabla sobre ella, ponerme tumbado sobre ella y así ir desplazándome hasta la orilla. Hice esto varias veces, era divertido. Hasta que de pronto...

Volví a hacer la misma operación, pero algo falló. No sé si era una ola demasiado grande y rápida o al poner la tabla sobre la ola la puse mal. El caso es que cuando llegó la ola, la tabla se levanto por la parte de atrás, que me dio en la barriga y me elevó en el aire, me lanzó y me tiró al agua dejándome en medio de remolino de la ola. Mientras estaba ahí dentro intentando salir, y sin poder respirar, mi cabeza golpeó el suelo fuertemente.

Cuándo la ola llegó a la orilla y no pudo seguir arrastrando mi cuerpo, me levanté rápidamente, abrí los ojos, y... veía todo blanco. Empecé a caminar para salir del agua, pero cuando empecé a ver otra vez, me di cuenta de que estaba yendo hacia dentro del agua. Di vuelta, y me fui a dónde tenía la toalla. me quité la cinta de la muñeca y todos me miraban. Conté lo que me había pasado y fue cuando me dijeron que tenía sangre en la cara. Al parecer el golpe contra el suelo me rascó toda la cara, dejándola en carne viva y sangrando. Me tardó un tiempo largo en curar. Por suerte no fue profunda y no me dejó marca.

Poco después me encontré con un conocido que también tenía una tabla como la mía y me preguntó que me pasó, se lo conté y me dijo que si por cada vez que se lo llevase una ola dejase de meterse, no se metía nunca. Al cabo de cinco minutos veo venir al chaval todo mareado diciendo que no entraba más.

Aquel fuera un día de mucho oleaje en Montalvo. No he vuelto a usar la tabla. No he vuelto a Montalvo.

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